La Semana Santa es mucho más que procesiones solemnes y cantos litúrgicos. Es un tiempo en el que la espiritualidad se entrelaza con la belleza de la naturaleza, y las flores —silenciosas, delicadas y poderosas— hablan un lenguaje profundo que acompaña cada paso, cada oración, cada lágrima.
Las flores como símbolo de lo divino
Desde tiempos antiguos, las flores han sido ofrenda y símbolo. En la Semana Santa, se convierten en un canal de expresión espiritual. Cada pétalo que adorna los pasos, cada aroma que llena las iglesias, está cargado de significado. Son testigos de la fe, de la pasión y de la esperanza.
Azucenas y Lirios: pureza que florece
Las azucenas y los lirios, con su blancura impecable, representa a la Virgen María. Es símbolo de pureza, castidad y amor divino. No es casualidad que acompañe imágenes marianas o que aparezca en manos del arcángel Gabriel en la Anunciación. En Semana Santa, su presencia nos recuerda la entrega silenciosa y el amor maternal que acompaña el dolor de la cruz.
Tambien hablan de la resurrección. Así como Jesús venció la muerte, el lirio florece con fuerza en primavera, renovando la esperanza. Su forma elegante y su aroma dulce hacen de él una flor protagonista en los altares pascuales, anunciando que la vida triunfa sobre la muerte.

La violeta: humildad en lo escondido
El lirio, especialmente el blanco, habla de la resurrección. Así como Jesús venció la muerte, el lirio florece con fuerza en primavera, renovando la esperanza. Su forma elegante y su aroma dulce hacen de él una flor protagonista en los altares pascuales, anunciando que la vida triunfa sobre la muerte.

Claveles y rosas: pasión y amor
Los claveles rojos simbolizan la sangre derramada en la cruz, mientras que las rosas, especialmente las rojas, representan el amor profundo y sacrificado. No es raro ver pasos cubiertos por mantos de estas flores, envolviendo las imágenes con una belleza que duele y consuela a la vez.

La margarita: inocencia y fe sencilla
Con su forma simple y su blancura radiante, la margarita representa la inocencia, la fe pura y la confianza infantil en Dios. En medio de la solemnidad de la Semana Santa, esta flor nos recuerda que la espiritualidad más auténtica nace de un corazón sincero, sin adornos. Su presencia discreta en los arreglos florales evoca la belleza de la fe que no necesita grandes gestos, solo la certeza de un amor que nunca falla.

El olivo y la palma: humildad y triunfo
Aunque no son flores, el olivo y la palma tienen un lugar especial. El primero, símbolo de paz y oración, nos recuerda el Huerto de Getsemaní. La segunda, llevada en manos del pueblo en el Domingo de Ramos, celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

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Flores que hablan al alma
Cada flor en Semana Santa tiene voz propia. No están ahí solo para adornar: acompañan el sufrimiento, celebran la resurrección, sostienen la fe. Nos invitan a contemplar la belleza aún en medio del dolor, a confiar en que, como la semilla que muere para dar fruto, la vida siempre florece de nuevo.








